
Teorías conspirativas, pseudociencia, informaciones deliberadamente falsas. Personas sin ninguna calificación que discuten a especialistas sobre cualquier tema. Donald Trump es el showman que supo cómo hablarle a la audiencia que fermentó durante 20 años en el territorio digital de las redes sociales.
La campaña política que lo hizo presidente tuvo su epicentro en estos entornos, y desde allí ordenó el caos y lo puso en movimiento. La toma del Capitolio de los Estados Unidos, junto a sus 70 millones de votos, es una demostración de poder ante un establishment que no tiene nada nuevo que ofrecer a quienes se van quedando afuera del sistema.
La primera respuesta no provino desde las instituciones de la democracia, sino de los propietarios de las redes sociales, que bloquearon a Trump en sus plataformas.
La primera reacción para el restablecimiento del orden sería la vieja y conocida censura. Una medida autoritaria, aplicada por los directorios de corporaciones señaladas como monopólicas por el propio congreso norteamericano.
No es un buen precedente, el mundo debería apelar a otras herramientas para administrar estos nuevos desafíos. Además, por más que estas empresas dominen su virtualidad, domar la realidad es otra cosa.