Un 16 de enero Ezequiel Lamas “el Pipi” fue asesinado de una trompada en pleno centro de Miramar. El adolescente, oriundo de Villa Dorrego, Gonzalez Catán, había ido a vacacionar unos días con sus amigos y primos a la costa pero volvió al barrio en un cajón. 

“Mi hermano se chocó con una familia en la peatonal y les pidió disculpas. El hombre de la familia le dice que como había chocado a la mujer estaba todo mal y ahí empieza una discusión. Pipi nervioso saca un cigarrillo y lo prende, lo prende con un encendedor de esos de metal plateado y lo guarda. Este hombre grita que tiene un cuchillo y lo amenaza con que llamaría a la policía. Cuando llega la policía, sin pedirle identificación, lo ataca, le saca sus pertenencias y lo ponen contra un árbol. Ahí se acerca un pibe y le pega. Fue al primero que le pego y al único. Mi hermano cae y se recupera después de un tiempito, pero ahí empieza con todos los síntomas del derrame cerebral”, relata Belha, su hermana, en diálogo con MD. 

Tras la muerte del Pipi, su familia vivió un sin fin de violencias por parte de los medios de comunicación solo por su aspecto físico. 

El caso se llevó a juicio, y solo se culpó al asesino, Juan Manuel Martínez, a un año de prisión domiciliaria, ya que al momento del juicio era menor de edad. 

A cuatro años del crimen, Belha, hermana de Pipi sigue exigiendo justicia para que no sea olvidado. Además pide la apertura de un parque de skate (patineta) en Villa Dorrego, el deporte que practicaba el joven, tal como prometieron las autoridades municipales. 

El primer impacto en su familia

“Nos enteramos de todo cuando pipi ya estaba a en el hospital en observación. No sabíamos nada hasta ese momento. Cuando nos avisan ya lo habían tratado muy mal. Había entrado al hospital con un derrame cerebral y nadie lo atendió. En el hospital ya sabían que no lo podían operar entonces lo dejaron una noche ahí hasta que decidan que iban a hacer con el supuesto chorro”, relata su hermana en diálogo con el medio. 

“Cuando me enteré estaba durmiendo. Me llamó mi mamá y me dijo que le pegaron a Pipi y que estaba en el hospital que no me preocupe. Desde ese día no puedo recibir una llamada de mi mamá sin sentir que algo malo está sucediendo“, agrega. 

El comportamiento policial 

Sobre el accionar policial, Belha asegura que lo único que hicieron fue creer en la falsa acusación del primer matrimonio. 

La policía no tuvo un buen accionar, no llamó ni a la ambulancia. A la ambulancia la llamó una testigo que luego fue clave para el juicio. Ella le alcanzó agua mientras mi hermano iba perdiendo la visión”, agrega. Una situación muy similar al caso de Fernando Báez Sosa, donde los primeros en asistir a la víctima fueron personas que se encontraban en las inmediaciones al lugar. 

La solidaridad del barrio 

“Lo peor de todo fue no poder despedirme de mi hermano. En ese momento mi mamá y mi papá se encargaron de los papeles y del juicio. Viajaron para Miramar, después para Mar del Plata. Desde allá pedían más de 100 mil pesos para traer el cajón, nunca se hizo cargo Miramar. La gente de mi barrio venía con lo poco que tenía y nos dejaba algo para bancar el traslado“, recuerda. 

El proceso judicial y el tratamiento en los medios de comunicación 

“En el juicio, fue Verónica Magario (actual vicegobernadora de la Provincia de Buenos Aires y en ese momento Intendenta de La Matanza) quién puso el abogado. Él nos dijo que iba a sacar rápido el juicio pero así como fue rápido fue erróneo no haber esperado. El pibe en ese momento todavía tenía 17 años por ende la condena iba a ser mínima. El juez le dio una condena de 1 año y 8 meses de prisión domiciliaria, la cual no fue cumplida“, explica. 

“Los medios de comunicación estuvieron desde las cinco de la mañana hasta la noche haciendo entrevistas. Al principio aseguraban que mi hermano era un chorro. Todo ese odio que se generó hizo que el caso sea conocido. Los vecinos y vecinas saltaron a defenderlo y ahí los medios cambiaron totalmente la mirada. Los medios que lo acusaban de una cosa u otra después lo saltaron a defender” agrega.

“A la semana, había pasado algo con el hijo de un famoso entonces la noticia quedó ahí. Pero en general los medios primero lo acusaron y después, al escucharnos, lo defendieron”, concluye. 

El pedido de justicia continúa latente 

“La familia que lo acusó jamás fue a la justicia. Las hermanas y los amigos seguimos exigiendo justicia. Tenemos pruebas de que el pibe se volvió a violentar con otras personas, pero al no tener acceso a un abogado por nuestra situación económica no puedo continuar con el proceso judicial. Queremos juicio a los policías, los médicos que lo ignoraron y al Municipio de Miramar por su pésimo accionar”, explica. 

“El pibe hacía muaythai, kickboxing y boxeo. ¿Por qué una persona que sabe todo eso va a golpear a alguien en la calle?. Obvio que si le vas a pegar a alguien desprevenido lo vas a matar. Hace poco salió con palos y cadenas a pegarles a unos chicos. Yo sigo pidiendo justicia porque es alguien violento, es sumamente peligroso. No me puedo confiar de un asesino que en sus redes siempre se demuestra violento”, agrega. 

“Pipí fue un pibe de barrio. No tenía ni novia, le faltaba muchísimo por vivir. Pronto estaba por empezar el curso de chef para ser cocinero para viajar y salir del barrio”, concluye.