Foto: Hernán Vitenberg

Araceli tiene 29 años y vive en Morón junto a sus cinco hijos y su compañero. Una de sus hijas es Jessi, una nena trans de 10 años que desde muy pequeña tuvo en claro cual era su identidad y cómo merecía vivirla.

En diálogo con MD, Araceli relata cada una de las batallas que tuvo y tiene que dar en el sistema médico, en los organismos públicos y en la escuela para que se respete la identidad de su hija y no se la violente.

“A los 3 años empezó a ponerse cosas en la cabeza, era muy diferente a su hermano varón mayor. Aunque esta mal comparar, Jessi era muy sensible y como familia pensamos que podría ser parte de su orientación sexual jamás se nos había cruzado por la cabeza que era trans. Las únicas travas que conocíamos eran las de policías en acción, las paradas en las esquinas, las cuales prostituían y cagaban a trompadas básicamente”, relata.

“Entendí que las únicas mujeres trans no son las que están paradas en las esquinas”

“Desde ver películas de princesas una y otra vez, usar mis remeras y ponerse cosas en la cabeza hasta negar su genitalidad y orinar sentada. Jessi empezó a darnos a entender que era Jessi con tan solo tres años y yo no logré entenderla hasta muchos años después”, agrega. 

“A un mes de cumplir 7 años, se acercó a la mesa donde estábamos todos y dijo que se llamaba Jessica y que quería que la llamáramos así. En ese momento mi cerebro estalló porque todos tenemos un amigo, primo, conocido homosexual entonces sabes lo que te espera, pero trava no”, relata.

“Encontrarme con que tengo una hija trava y las travas son niñeces fue un impacto muy grande. Entendí que las únicas mujeres trans no son las que están paradas en las esquinas”, agrega.

“A la primera persona que me encontré fue a Susy Shock como artista. Después di con Luana y finalmente con la Ley de Identidad de Género. Desde entonces el resto fue batallar contra mi misma para aprender que era ser trans y cómo defender los derechos de mi hija”, sostiene en diálogo con el medio.

“Para que Jessi hoy sea Jessi tuve que pasar por tantas cosas, que creo que si me siento y las pienso no sé como hice. Se que me falta aprender y deconstruirme un montón pero fueron muchas cosas, desde pediatras totalmente machistas, y siendo mujeres hasta el sistema educativo totalmente biologicista y transfobico. La verdad fue horrible pero Jessi es lo que es por haber batallado en tantas oportunidades”, agrega.

“Las mujeres trans están en las esquinas porque era más fácil que estudiar y trabajar”

Según relata Araceli, los conflictos en el sistema médico y educativo arrancan a la hora de exigir que se nombre correctamente a su hija.

“Pedís que la inscriban con el nombre que está exigiendo la niñez y que te dicen que no porque no tiene el cambio registral. La ley de identidad de género dice claramente que la pueden anotar igual”, explica al respecto.

“Psicopedagogas que me dijeron que estaba loca, que las mujeres trans estaban en las esquinas porque era más fácil que estudiar y trabajar. ¿Para ellas mi hija nació para el formar parte del sistema prostituyente y no para estudiar?”, se pregunta.

Las charlas de menstruación solo para nenas y las charlas sobre cuidado e higiene masculinas

Mientras Araceli da discusiones diarias, estas últimas semanas un tema le preocupa y la angustia: la charla sobre aparatos reproductores.

“El otro día voy a la reunión del colegio y les pregunto a las docentes de mi hija como se iba a tratar la ESI porque se que es transversal. Puntualmente les pregunto si van a hablar sobre genitalidad y aparatos reproductores, a lo que me responden que sí, pero que la bajada de línea es femenino y masculino en donde Jessi no se va a identificar. Frente a esta situación les pregunto cómo podíamos hacer, y entre muchos puntos suspensivos me dijeron que por más que armen un temario nuevo, probablemente se lo reboten los directivos de la escuela”, explica.

“Básicamente el temario tiene que ir de un lado al otro para que se mencione la corporalidad de mi hija o se explique que existen otros cuerpos femeninos que no menstrúan”, sintetiza.

“el temario tiene que ir de un lado al otro para que se mencione la corporalidad de mi hija”

“El debate se llevó a cabo posteriormente en una reunión de padres, donde las madres concluyeron en pedirle a la docente una charla especial para niñas en donde se hable sobre la menstruacion y otra aparte (porque es “desubicado” que los estudiantes estén todos juntos) para varones, para hablar sobre la higiene, el cuidado y los cambios en el pene”, agrega.

“¿Jessi en cual de las dos charlas se tendría que sentar? ¿Exponerse y sentarse entre todas las masculinidades para escuchar cómo cuidar sus genitales o sentarte en una charla con sus compañeras que no la va a ayudar en absoluto porque ella no va a menstruar y esos cuidados no le sirve?”, cuestiona.

“Son muchas cosas en la escuela donde nosotros los propios padres seguimos excluyendo y violentando a las niñeces disidentes, esto es constante y tiene que cambiar”. 

“Lo primero que debería cambiar en la escuela es la capacitación del cuerpo docente. La Ley Micaela no se cumple. La Ley de identidad de género mucho menos. Si la ESI fue sancionada mucho antes de la ley de identidad de género entonces claramente se va a seguir educando desde el biologicismo donde solo existen dos corporalidades”, reflexiona.

“Si la mayoría de las maestras se justifican bajo el dicho: es lo que bajan de arriba, necesitamos que bajen (de arriba) temarios que acompañen los cambios actuales. No puede ser que en la escuela les de miedo mandar a una niña trans al baño de nenas porque piensan que va a abusar de sus compañeras. Tampoco puede pasar que directivos me respondan que la cambie de colegio si mi hija es violentada por ellos”, concluye.