Cómo y por qué llegaron a la Argentina los italianos después de la Segunda Guerra Mundial

Las redes privadas, el rol del Estado y La Matanza como una oportunidad.

Familia Laurenza

Prof. Sergio Daniel Laurenza

Poco antes de la 2º guerra mundial la afluencia de europeos a la Argentina se había detenido. Una serie de factores combinados que van desde, la mejora en las condiciones de vida hasta la propaganda ultra nacionalista que preparaba a los pueblo para la guerra se habían impuesto. Durante la guerra la imposibilidad del transporte, exclusivamente por barco, por lo peligroso y lo lejano profundizaron esa tendencia. Terminada la guerra, la Europa devastada nuevamente miró hacia América y es aquí donde dos procesos paralelos favorecieron una nueva ola inmigratoria. Por un lado, los “paisanos” que habían llegado en oleadas anteriores favorecían la llegada de los nuevos, ofreciendo una amplia red de contención, hospedaje y trabajo. Por otro lado, en Argentina, el gobierno de Perón tenía además, una política de promoción inmigratoria. Es así como llegan lo que llamamos “los últimos”. Nos referimos a aquellos que llegaron de Europa, nuestro país es y será siempre tierra de migrantes.

El 7 de diciembre de 1953 Ángel Laurenza presenta un escrito con número de expediente 151305/51 donde se explicitaba que “La Dirección Nacional de Inmigraciones le ha otorgado el permiso Nº 27510 del convenio argentino – CIME para el embarque de sus familiares…” De esta manera Ángel, que había llegado al país en 1952 podía reunirse con Teresa y sus dos hijos.

Desde 1948 el gobierno de Juan Perón, en el marco del Primer Plan Quinquenal, había reiniciado una política migratoria abierta que buscaba recuperar los porcentajes migratorios de antes de la guerra. El país, en su industrialización, seguía necesitando mano de obra y tanto españoles como italianos ya habían construido redes de familiares y de “paisanos” que facilitaban la relación.

En los acuerdos migratorios se les otorgaba a los solicitantes distintos beneficios como explica el artículo 18 del convenio:

“El gobierno argentino facilitará la concesión de los respectivos permisos de libre desembarco a italianos que, poseyendo los requisitos que aquel considere necesarios, deseen radicarse en la Argentina: a) para reunirse con sus familiares, mediante un acta regular de llamada, y b) para desarrollar en la misma República la propia actividad profesional ajustada a las leyes argentinas. El gobierno italiano facilitará la documentación respectiva y autorizará la salida de Italia de estos inmigrantes, siempre que reúnan las condiciones por él exigidas…”

En 1952 esta política tiene un nuevo impulso, en Europa se crea el CIME (el Comité Intergubernamental de Migraciones Europeas) y rápidamente Argentina suscribe un convenio que amplía los permisos y los beneficios del acuerdo anterior.

Por este medio el solicitante debía informar quienes eran los familiares por trasladar y la ubicación en Italia de estos, debía dirigirse a Cerrito 540 en Capital Federal, sede del CIME y el organismo se comprometía a informar a las autoridades italianas que garantizarían el traslado. A su vez el solicitante como dice la nota debía:

“…efectuar el pago de la cuota correspondiente, y al mismo tiempo avisar a sus familiares, a fin de que se presenten ante las autoridades italianas para obtener su documentación, permitiéndose así realizar el embarque de inmediato”.

Es así como Teresa, José y Berardino dejan Brienza, el pueblo que los vio nacer y se dirigen al puerto de Nápoles. El 4 de abril de 1954 embarcan en el vapor “Castel Felice 1” y llegan al puerto de Buenos Aires el 23 de abril. Una larga travesía, una difícil decisión. Aquí se instalarán en Isidro Casanova, partido de La Matanza, en el terreno que Ángel compra también con la promoción de vivienda del 2º Plan Quinquenal y unos años después nacerá Ana María, así comienza la historia argentina de la familia.

Buque Castel Felice 1

Entre los estudiosos del tema migratorio existe un debate acerca del alcance de estos planes de promoción estatales. Cacopardo y Barbero (1991) insisten en que en realidad son las redes familiares y de conocidos los que garantizan la llegada de los migrantes y que los planes estatales no eran efectivos. Por otro lado, Miguel Galante (2005), con más información, demuestra que los planes de promoción resultaban, para los sectores populares, la única manera de poder trasladar familias numerosas con rapidez y seguridad. Al convertirse en una política global que incluía transporte, trabajo y vivienda la oportunidad de abandonar los males de la guerra eran únicos.

Si la migración italiana en la segunda mitad de la década del 50’ no fue mayor responde más a los cambios sufridos en la economía europea que empezaba la etapa de su reconstrucción posguerra que a los fracasos en los planes de promoción. El golpe militar de 1955 dio por terminado este programa, el plan quinquenal, los créditos para trabajadores y tantas otras cosas. Pero eso es otra historia.